sábado, 14 de septiembre de 2024

Madrid

Alejandra Pizarnik

 

Voces desde la nada a ti confluyen. En un bodegón de la calle del Ángel, exaltación y lirismo, los ojos resplandeciendo en mi cara, ya no azules, ya no verdes: carbunclos mágicos, sí. Palabras desde la nada confluían a mi lengua. Yo contaba. ¿Que contaba? Le contaba. Me le estaba contándome –mitad imagen, cálculo y palabra– para que dijera sí, para que me amara. Para que me amara confluían palabras desde la nada (transmigración a mi lengua de la de un célebre semántico, un filólogo ahogado en mi garganta, buceando en mi memoria el alma de un lingüista). Hablando exaltadamente. Mintiendo exaltadamudamente. Mentando mentiras. Magnificando con mis labios para que se disolviera su no en mi saliva. Su mirada me dibujaba en sus pupilas: allí me vi, donante fabulosa, allí vi mis ojos que miraban los más mínimos gestos de un amor que nacía, sol en su cara brillando sólo para mí que lo había creado. Allí vi mis ojos mirando su cara salir del polvo, animarse, se levantaron sus ojos, se echaron a andar, mi voz filtro mágico levantó un cadáver, iluminaba un sexo. Y que sintiera llamar allí, y que nos fuéramos a mi cuarto su sexo muriéndose mil veces. Nos enterraríamos en la noche o saldríamos de la noche (oh infinitas inenarrables posturas). Voces desde la nada confluían a mi lengua. Esa noche hablé hasta crear un fuego.

 

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