Franz Kafka
En un principio no faltó la organización en las disposiciones para
construir la Torre de Babel; de hecho, quizás el orden era excesivo. Se pensó
demasiado en guías, intérpretes, alojamientos para obreros y vías de
comunicación, como si se dispusiera de siglos. En esos tiempos, la opinión
general era que no se podía construir con demasiada lentitud; un poco más y
hubieran abandonado todo, y hasta desistido de echar los cimientos. La gente
razonaba de esta manera: lo esencial de la empresa es el pensamiento de
construir una torre que llegue al cielo. Lo demás es del todo secundario. Ese
pensamiento, una vez comprendida su grandeza, es inolvidable: mientras haya
hombres en la tierra, existirá también el fuerte deseo de terminar la torre.
Por consiguiente no debe preocuparnos el futuro. Al contrario: el saber de los
hombres adelanta, la arquitectura ha progresado y seguirá progresando; de aquí
a cien años el trabajo para el que precisamos un año se hará tal vez en pocos
meses, y más resistente, mejor. Entonces, ¿a qué agotarnos ahora? Eso tendría
sentido si cupiera la esperanza de que la torre quedará terminada en el espacio
de una generación. Esa esperanza era imposible. Lo más creíble era que la nueva
generación, con sus conocimientos superiores, condenara el trabajo de la
generación anterior y demoliera todo lo adelantado, para recomenzar. Tales
pensamientos paralizaron las energías, y se pensó menos en construir la torre
que en construir una ciudad para los obreros. Cada nacionalidad quería el mejor
barrio, y esto dio lugar a disputas que culminaban en peleas sangrientas. Esas
peleas no tenían fin; algunos dirigentes opinaban que demoraría muchísimo la
construcción de la torre y otros que más valía aguardar que se reestableciera
la paz. Pero no sólo en pelear pasaban el tiempo; en las treguas se dedicaban a
embellecer la ciudad, lo que provocaba nuevas envidias y nuevas peleas. Así
pasó la era de la primera generación, pero ninguna de las siguientes fue
distinta; sólo aumentó la destreza técnica y con ella el ansia guerrera. Aunque
la segunda o tercera generación reconoció la insensatez de una torre que
llegara hasta el cielo, ya estaban demasiado comprometidos para abandonar los
trabajos y la ciudad.
El vaticinio de que cinco golpes sucesivos de un
puño gigantesco aniquilarán la ciudad, está presente en todas las leyendas y
cantos de esa ciudad. Por esa razón el escudo de armas de la ciudad incluye un
puño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario