Francisco Tario
Sintió
pasos en la noche y se incorporó con sobresalto.
–¿Eres tú, Cordelia? –dijo.
Y luego:
–¿Eres tú? Responde.
–Sí, soy yo –le responde ella desde el fondo del
pasillo.
Entonces se durmió.
Pero a la mañana siguiente habló con su mujer, que
se llamaba Clara, y con su sirvienta, que se llamaba Eustolia.
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