Ricardo Bernal
Querido Monstruo:
Ya no te tengo
miedo. Mi papi dice que no existes y que no puedes llamar a tus amigos porque
ellos tampoco existen. Cuando sea de noche voy a cerrar los ojos antes de
apagar la luz del buró y voy a abrazar bien fuerte a mi osito Bonzo para que él
tampoco tenga miedo. Si te oigo gruñir en el clóset pensaré que estoy dormida.
No quiero gritar como siempre. No quiero que mi papi se despierte y me regañe.
Ya sé que me
quieres comer, pero como no existes nunca podrás hacerlo; aunque yo me pase los
días pensando que a lo mejor esta noche sí sales del clóset, morado y horrible
como en mis pesadillas… Mañana, cuando juegue con Hugo, le voy a decir que te
maté y que te dejé enterrado en el jardín y que nunca más vas a salir de ahí.
Él se va a poner tan contento que me va a regalar su yoyo verde y me va a decir
dónde escondió mis lagartijas (siempre ha dicho que tú te las comiste, pero eso
no puede ser porque mi papi me dijo que no existes y mi papi nunca dice
mentiras).
Voy a dejarte
esta carta cerca del clóset para que la leas. Voy a pensar en cosas bonitas
como en ir al mar, o que es navidad, o que me saqué un diez en aritmética.
¡Adiós,
monstruo!, que bueno que no existas.
firma:
LUCY
Mi pequeña Lucy:
¿Cómo que no
existo? Tu papi no sabe lo que dice.
¿Acaso no me
inventaste tú misma el día de tu cumpleaños número siete? ¿Acaso no platicabas
conmigo todas las noches y te asustabas con los extraños ruidos de mis tripas?
Todas las
noches te observé desde el clóset y tú lo sabías… Aunque nunca me viste
conocías de memoria mis ojos, mi lengua y mis colmillos; pues todas, todas las
noches me soñabas.
Por eso cuando
leí tu carta sentí tanta desesperación. Por eso destrocé tus juguetes y me comí
de un solo bocado a tu delicioso osito Bonzo.
Lo juro Lucy,
tú ya estabas muerta.
Tenías los ojos
abiertos y cuando toqué tu barriguita estaba más fría que mi mano. Seguramente
te mató el miedo y yo no pude comerte pues no me gusta el sabor de los niños
muertos. Lo único que hice fue regresar al clóset y llorar de tristeza hasta
quedarme dormido… ¡Pobre Lucy! ¡Pobre Lucy y pobre monstruo solitario!
Ahora tendré
que salir de aquí, alejarme de los adultos que cuidan tu pequeño ataúd y dejar
esta carta donde puedas encontrarla… Necesito la risa de un niño y necesito el
miedo de un niño para seguir vivo.
Por cierto
Lucy, ¿dónde dices que vive tu amigo Hugo…?
Atentamente:
EL MONSTRUO
No hay comentarios:
Publicar un comentario