Alejandra Pizarnik
A André Pieyre de Mandiargues
Aquí
vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo sabían los que
inventaban lluvias y tejían palabras con el tormento de la ausencia. Por eso en
sus plegarias había un sonido de manos enamoradas de la niebla.
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