sábado, 8 de junio de 2024

El suicidio egoísta

Miguel Bravo Vadillo

 

El ejercicio que nos propuso el profesor del taller literario consistía en escribir un cuento a partir de un final conocido. Yo opté por escribir sobre un personaje que al término del cuento se suicida a causa de un desengaño amoroso. Traté de seguir los consejos de Poe (también de Horacio Quiroga) y todo ese rollo de que la primera frase ya debe ir encaminada hacia el desenlace final. La primera frase de mi cuento era esta: “El joven Mariano José compró dos metros de cuerda en la ferretería de la esquina”.

Mariano José ignoraba que iba a suicidarse al final del cuento (sólo yo, como buen narrador omnisciente, conocía tal extremo), así que cuando llegó a casa y su amante le preguntó para qué había comprado aquella cuerda, él respondió que para atarla a la cama y disfrutar de ella a placer; aunque debería ayudarlo, añadió sin tapujos, porque él era bastante torpe haciendo nudos.

No obstante, pronto quedó olvidada esta frivolidad; ya que Dolores –que este era el nombre de su amante– había tenido una crisis de mala conciencia y decidió que era mejor que no volvieran a verse, pues no quería seguir engañando a su marido. Aquella relación era maravillosa pero adúltera, y no estaba dispuesta a sostenerla durante más tiempo. Mariano, sin embargo, opinaba justo lo contrario: aquella relación era adúltera pero maravillosa, y no sólo estaba dispuesto a mantenerla hasta el fin de sus días, sino que ni siquiera se había planteado que pudiera ser de otro modo. Mucho insistió Mariano en que Dolores cambiara de parecer, pero la mujer había tomado una decisión irrevocable, y él debería aceptarla y aprender a vivir sin ella. Aquellos amores ilícitos (así los llamó la mujer) habían terminado para siempre.

Mariano no podía dar crédito a lo que estaba oyendo, quizá porque nunca se atrevió a sospechar que ella no lo amara tanto como él la amaba. Ella había estado engañando a su marido, cierto, pero ahora se le hacía evidente que durante los últimos dos años él había estado engañándose a sí mismo. Sin embargo, si Mariano estaba seguro de algo en esta vida era de no poder vivir sin el amor de Dolores. ¿Cómo era posible que ella se planteara siquiera el hecho de vivir lejos de él, de prescindir de sus besos y caricias? Sintió repentinos deseos de matarla, pero bien sabía él que no era tan estúpido como para cometer un asesinato.

Cuando se quedó solo, Mariano recordó aquel día en que, siendo muy joven, mucho más joven aún de lo que era entonces, quemó todos sus poemas a sangre fría. Luego, en un alarde de inspiración final, se conectó a internet para aprender a hacer el típico nudo del ahorcado.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario