Miguel Bravo Vadillo
El ejercicio que nos
propuso el profesor del taller literario consistía en escribir un cuento a
partir de un final conocido. Yo opté por escribir sobre un personaje que al
término del cuento se suicida a causa de un desengaño amoroso. Traté de seguir
los consejos de Poe (también de Horacio Quiroga) y todo ese rollo de que la
primera frase ya debe ir encaminada hacia el desenlace final. La primera frase
de mi cuento era esta: “El joven Mariano José compró dos metros de cuerda en la
ferretería de la esquina”.
Mariano José
ignoraba que iba a suicidarse al final del cuento (sólo yo, como buen narrador
omnisciente, conocía tal extremo), así que cuando llegó a casa y su amante le
preguntó para qué había comprado aquella cuerda, él respondió que para atarla a
la cama y disfrutar de ella a placer; aunque debería ayudarlo, añadió sin
tapujos, porque él era bastante torpe haciendo nudos.
No obstante,
pronto quedó olvidada esta frivolidad; ya que Dolores –que este era el nombre
de su amante– había tenido una crisis de mala conciencia y decidió que era
mejor que no volvieran a verse, pues no quería seguir engañando a su marido.
Aquella relación era maravillosa pero adúltera, y no estaba dispuesta a
sostenerla durante más tiempo. Mariano, sin embargo, opinaba justo lo
contrario: aquella relación era adúltera pero maravillosa, y no sólo estaba
dispuesto a mantenerla hasta el fin de sus días, sino que ni siquiera se había
planteado que pudiera ser de otro modo. Mucho insistió Mariano en que Dolores
cambiara de parecer, pero la mujer había tomado una decisión irrevocable, y él
debería aceptarla y aprender a vivir sin ella. Aquellos amores ilícitos (así
los llamó la mujer) habían terminado para siempre.
Mariano no
podía dar crédito a lo que estaba oyendo, quizá porque nunca se atrevió a
sospechar que ella no lo amara tanto como él la amaba. Ella había estado
engañando a su marido, cierto, pero ahora se le hacía evidente que durante los
últimos dos años él había estado engañándose a sí mismo. Sin embargo, si
Mariano estaba seguro de algo en esta vida era de no poder vivir sin el amor de
Dolores. ¿Cómo era posible que ella se planteara siquiera el hecho de vivir
lejos de él, de prescindir de sus besos y caricias? Sintió repentinos deseos de
matarla, pero bien sabía él que no era tan estúpido como para cometer un
asesinato.
Cuando se
quedó solo, Mariano recordó aquel día en que, siendo muy joven, mucho más joven
aún de lo que era entonces, quemó todos sus poemas a sangre fría. Luego, en un
alarde de inspiración final, se conectó a internet para aprender a hacer el
típico nudo del ahorcado.
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