Fernando Iwasaki
Todo
comenzó viendo televisión hasta la medianoche, en uno de esos canales por cable
que sólo pasan películas de terror de bajo presupuesto. Luego vinieron el
desasosiego y los bares de mala muerte, las borracheras vertiginosas y las
cofradías siniestras de la madrugada. Por eso perdí mi trabajo, porque dormía
de día hasta resucitar en la noche, insomne y hambriento.
No es fácil convertirse en un trasnochador cuando
toda la vida has disfrutado del sol y de los horarios comerciales, pero la
noche tiene sus propias leyes y también sus negocios. Así caí en aquella mafia
de hombres decadentes y mujeres fatales. Malditos sean.
Siempre regreso temeroso de las primeras luces del
alba para desmoronarme en la cama, donde despierto anochecido y avergonzado
sobre vómitos coagulados. Tengo mala cara. Me veo en el espejo y me provoca
llorar. Lo del espejo es mentira. Lo de los crucifijos también.
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