Dorothy Parker
Por
favor, Dios, que llame ahora. Querido Dios, que me llame ahora. No voy a pedir nada
más de ti, realmente no lo haré. No es mucho pedir. Sería tan poco para ti, Dios,
una cosa tan, tan pequeña. Sólo deja que llame ahora. Por favor, Dios. Por favor,
por favor, por favor.
Si no pienso en eso, tal vez el teléfono suene. A veces
lo hace. Si pudiera pensar en otra cosa. Si pudiera pensar en otra cosa. Quizá si
cuento hasta quinientos de cinco en cinco, suene antes de que termine. Voy a contar
lentamente. Sin trampas. Y si suena cuando llegue a trescientos, no voy a parar,
no voy a contestar hasta que llegue a quinientos. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco,
treinta, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta… Oh, por favor,
llama. Por favor.
Esta es la última vez que voy a mirar el reloj. No voy
a mirar de nuevo. Son las siete y diez. Dijo que llamaría a las cinco. “Te llamaré
a las cinco, cariño”. Creo que fue en ese momento que dijo: “cariño”. Estoy casi
segura de que fue en ese momento. Sé que me llamó “cariño” dos veces, y la otra
fue cuando me dijo adiós. “Adiós, cariño”. Estaba ocupado, y no puede hablar mucho
en la oficina, pero me llamó “cariño” dos veces. Mi llamada no puede haberlo molestado.
Sé que no debemos llamarlos muchas veces; sé que no les gusta. Cuando lo haces ellos
saben que estás pensando en ellos y que los quieres, y hace que te odien. Pero yo
no había hablado con él en tres días, tres días. Y todo lo que hice fue preguntarle
cómo estaba, justo como cualquiera puede llamar y preguntarle. No puede haberle
molestado eso. No podía haber pensado que lo estaba molestando. “No, por supuesto
que no”, dijo. Y dijo que me llamaría. Él no tenía que decir eso. No se lo pedí,
en verdad no lo hice. Estoy segura de que no lo hice. No creo que él prometa llamarme
y luego nunca lo haga. Por favor, no le permitas hacer eso, Dios. Por favor, no.
“Te llamaré a las cinco, cariño”. “Adiós, cariño”. Estaba
ocupado, y tenía prisa, y había gente a su alrededor, pero me llamó “cariño” dos
veces. Eso es mío, mío. Tengo eso, aunque nunca lo vea de nuevo. Oh, pero es tan
poco. No es suficiente. Nada es suficiente si no lo vuelvo a ver. Por favor, déjame
volver a verlo, Dios. Por favor, lo quiero tanto. Lo quiero mucho. Voy a ser buena,
Dios. Voy a tratar de ser mejor persona, lo haré, si me dejas verlo de nuevo. Si
lo dejas que me llame. Oh, deja que me llame ahora.
Ah, no desprecies mi oración, Dios. Tú te sientas ahí,
tan blanco y anciano, con todos los ángeles alrededor y las estrellas deslizándose
en tu entorno. Y yo te vengo implorando por una llamada telefónica. Ah, no te rías,
Dios. Verás, tú no sabes cómo se siente. Estás tan seguro, allí en tu trono, con
el gran azul remoloneando debajo de ti. Nada puede tocarte, nadie puede torcer tu
corazón en su mano. Esto es sufrimiento, Dios, esto es sufrimiento malo, malo. ¿No
me ayudarás? Por el amor de tu Hijo, ayúdame. Dijiste que harías lo que se te pidiera
en su nombre. Oh, Dios, en el nombre de tu único y amado Hijo, Jesucristo, nuestro
Señor, que me llame ahora.
Tengo que parar esto. No debo ser así. Veamos. Supón
que un hombre joven dice que va a llamar a una chica, y luego pasa algo y no lo
hace. No es tan terrible, ¿verdad? ¿Por qué? Está pasando en todo el mundo en este
mismo momento. Oh, ¿qué me importa lo que esté pasando en todo el mundo? ¿Por qué
no puede sonar el teléfono? ¿Por qué no puede? ¿Por qué no? ¿No podrías sonar? Vamos,
por favor, ¿no? Maldita cosa fea y brillante. ¿Es que te haría daño sonar? Oh, eso
te haría daño. ¡Maldita sea! Voy a arrancar tus raíces sucias de la pared y te romperé
esa cara negra y engreída en pequeños trozos. Vete al infierno.
No, no, no. Tengo que parar. Tengo que pensar en otra
cosa. Esto es lo que voy a hacer. Voy a poner el reloj en la otra habitación. Entonces
no podré verlo. Si quisiera mirarlo, tendría que entrar al dormitorio, y eso sería
algo que hacer. Tal vez, antes de que yo lo vea de nuevo, él me llame. Voy a ser
tan dulce con él, si me llama. Si dice que no puede verme esta noche, le diré: “No
te preocupes, está bien, cariño. En serio, por supuesto que está bien”. Voy a ser
exactamente como era cuando lo conocí. Entonces tal vez le guste de nuevo. Yo era
siempre dulce, entonces. Oh, es tan fácil ser dulce con la gente antes de amarla.
Creo que todavía debo gustarle un poco. No me habría
llamado “cariño” dos veces hoy si ya no le gustara. No todo se ha perdido si todavía
le gusto un poco, aunque sea sólo un poquito. Verás, Dios, si dejaras que me llamara,
no tendría que pedirte nada más. Sería dulce con él, sería alegre, justo del modo
en que solía ser, y entonces él me amará otra vez. Y entonces yo nunca tendría que
pedirte nada más. ¿No ves, Dios? Así que, ¿dejarías que me llame ahora? ¿Podrías,
por favor, por favor?
¿Me estás castigando, Dios, por haber sido mala? ¿Estás
enojado conmigo? Oh, pero, Dios, hay personas tan malas; no puedes castigarme sólo
a mí. Y no hice tanto mal, no podía haber sido tanto. No le hice daño a nadie, Dios.
Las cosas sólo son malas cuando se lastima a personas. No herí una sola alma, tú
lo sabes. Tú sabes que no hice mal, ¿no, Dios? Así que, ¿dejarás que me llame ahora?
Si no me llama, voy a saber que Dios está enojado conmigo.
Voy a contar a quinientos de cinco en cinco, y si no me ha llamado entonces, sabré
que Dios no va a ayudarme nunca más. Esa será la señal. Cinco, diez, quince, veinte,
veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta, cincuenta
y cinco… Hice mal. Yo sabía que hacía mal. Muy bien, Dios, mándame al infierno.
Crees que me asustas con tu infierno, ¿no? Eso piensas. Que tu infierno es peor
que el mío.
No debo. No debo hacer esto. Supón que se le hizo tarde
para llamarme; no hay que ponerse histérica. Tal vez no va a llamar; tal vez ya
viene para acá sin llamar por teléfono. Se desconcertará si ve que he estado llorando.
No les gusta que llores. No llores. Pido a Dios que pudiera hacerlo llorar. Me gustaría
poder hacerlo llorar y rodar por el suelo y sentir su corazón pesado, grande y supurante
dentro de él. Me gustaría poder hacerle pasar un infierno.
Él no desea un infierno a mí. Ni siquiera sé si sabe
lo que siento por él. Me gustaría que lo supiera, pero sin yo decirle. No les gusta
que les digas que te han hecho llorar. No les gusta que les digas que eres infeliz
por culpa de ellos. Si lo haces, piensan que eres posesiva y exigente. Y luego te
odian. Te odian cada vez que dices algo que realmente piensas. Siempre tienes que
seguir con los jueguitos. Oh, pensé que no era necesario, yo pensaba que esto era
tan grande que podía decir lo que quería. Supongo que no se puede, nunca. Supongo
que no hay nada lo suficientemente grande como para eso, jamás. ¡Oh, si él me llamara,
no le diría que había estado triste por su culpa! Odian a la gente triste. Sería
tan dulce y alegre que no podría evitar encariñarse conmigo. Si sólo me llamara.
Si tan sólo me llamara.
Tal vez eso está haciendo. Tal vez viene para acá sin
llamarme. Tal vez está en camino. Quizá le ocurrió algo. No, nada puede pasarle
a él. No puedo siquiera imaginar tal cosa. Nunca me lo imagino atropellado. Nunca
lo he visto tirado, quieto y largo y muerto. Me gustaría que estuviera muerto. Es
un deseo terrible. Es un deseo encantador. Si estuviera muerto sería mío. Si estuviera
muerto nunca pensaría en hoy y estas últimas semanas. Sólo recordaría los tiempos
espléndidos. Todo sería hermoso. Me gustaría que estuviera muerto. Me gustaría que
estuviera muerto, muerto, muerto.
Qué tontería. Es una tontería ir por ahí deseando que
personas mueran, sólo porque no te llamaron a la hora que dijeron. Tal vez el reloj
se adelantó, no sé si tiene la hora correcta. Quizá su tardanza no es real. Cualquier
cosa podría haberlo retrasado un poco. Tal vez tuvo que quedarse en la oficina.
Tal vez fue a su casa, para llamarme desde ahí, y alguien lo visitó. No le gusta
llamarme delante de la gente. Tal vez está preocupado, aunque sea un poco, de tenerme
esperando. Puede que incluso espere que yo lo llame. Yo podría hacer eso. Podría
llamarlo.
No debo. No debo, no debo. Oh, Dios, por favor, no me
dejes hacerlo. Por favor, prevén que me atreva. Yo sé, Dios, tan bien como tú, que
si se preocupara por mí habría llamado sin importar dónde esté ni cuánta gente tiene
alrededor. Por favor hazme saberlo, Dios. No te pido que me lo hagas fácil ni me
ayudes; no puedes hacerlo, aunque pudiste crear un mundo entero. Sólo hazme saberlo,
Dios. No me dejes seguir con esperanzas. No quiero seguir reconfortándome. Por favor,
no dejes que me llene de esperanzas, querido Dios. No, por favor.
No voy a llamarlo. Nunca lo llamaré de nuevo mientras
viva. Puede pudrirse en el infierno antes de que lo llame. No hace falta que me
des fuerza, Dios, ya la tengo. Si él me quiere, puede tenerme. Él sabe dónde estoy.
Él sabe que estoy esperando aquí. Él está tan seguro de mí, tan seguro. Me pregunto
por qué nos odian tan pronto están seguros de una. Pienso que sería tan dulce estar
seguro.
Sería tan fácil llamarlo. Entonces sabría todo. Tal
vez no sería tan tonto. Tal vez no le molestaría. Tal vez hasta le gustaría. Tal
vez ha estado tratando de llamarme. A veces la gente trata y trata de llamar a alguien,
pero el número no responde. No estoy diciendo eso para confortarme, eso pasa de
verdad. Tú sabes que ocurre de verdad, Dios. Oh, Dios, mantenme lejos de ese teléfono.
Mantenme lejos. Permíteme quedarme con un poco de orgullo. Creo que voy a necesitarlo,
Dios. Creo que será lo único que tendré.
Oh, ¿qué importa el orgullo cuando no puedo soportar
estar sin hablarle? Este orgullo es tan tonto y miserable. El verdadero orgullo,
el grande, consiste en no tener orgullo. No estoy diciendo eso sólo porque quiera
llamarlo. No. Eso es verdad, yo sé que es verdad. Voy a ser grande. Voy a librarme
de los orgullos pequeños.
Por favor, Dios, impídeme llamarlo. Por favor, Dios.
No veo qué tiene que ver el orgullo aquí. Esto es una
cosa demasiado pequeña para meter el orgullo, para armar tal alboroto. Puede que
lo haya malinterpretado. Tal vez él me dijo que lo llamara a las cinco. “Llámame
a las cinco, cariño”. Él pudo haber dicho eso, perfectamente. Es muy posible que
no haya escuchado bien. “Llámame a las cinco, cariño”. Estoy casi segura de que
eso dijo. Dios, no me dejes decirme estas cosas. Hazme saber, por favor, hazme saber.
Voy a pensar en otra cosa. Voy a sentarme en silencio.
Si pudiera quedarme quieta. Si pudiera quedarme quieta. Tal vez pueda leer. Oh,
todos los libros son acerca de personas que se aman verdadera y dulcemente. ¿Qué
ganan escribiendo eso? ¿No saben que no es verdad? ¿Acaso no saben que es una mentira,
una maldita mentira? ¿Por qué deben escribir esas cosas, si saben cómo duele? Malditos
sean, malditos, malditos.
No lo haré. Voy a estar tranquila. Esto no es nada para
alterarse. Mira. Supón que fuera alguien que no conozco muy bien. Supón que fuera
otra chica. Entonces marcaría el teléfono y diría: “Bueno, por amor de Dios, ¿qué
te ha pasado?” Eso haría, sin pensarlo apenas. ¿No puedo ser casual y natural sólo
porque lo amo? Puedo serlo. Honestamente, puedo serlo. Lo llamaré, y seré tan ligera
y agradable. A ver si no lo haré, Dios. Oh, no dejes que lo llame. No, no, no.
Dios, ¿realmente no vas a dejar que llame? ¿Seguro,
Dios? ¿No podrías, por favor, ceder? ¿No? Ni siquiera te pido que dejes que llame
ahora, Dios, sólo que lo haga dentro de un rato. Voy a contar hasta quinientos de
cinco en cinco. Voy a hacerlo despacio y con parsimonia. Si no ha telefoneado entonces,
lo llamaré. Lo haré. Oh, por favor, querido Dios, querido Dios misericordioso, mi
Padre bienaventurado en el cielo, ¡que llame antes de entonces! Por favor, Dios.
Por favor.
Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta
y cinco…
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