Fermín López Costero
¿Que por qué lo hice? Pues porque hace más de un
lustro que vengo sufriendo infinidad de humillaciones destinadas a enflaquecer
mi personalidad. ¡Y ya estaba harto! ¡Porque maldito el día en que, por falta
de expectativas, vine a trabajar a este circo tan deprimente y decrépito! Pero
yo bien que se lo advertí a todos ellos, y varias veces, cuando más me
fastidiaban. Les dije que el día menos pensado se me iban a hinchar las narices
y que iba a ocurrir una desgracia. Pero los muy imbéciles se reían…
¿Que por qué
aguanté tanto? ¿Por qué no mandé todo a hacer puñetas, en vez de permitir que
mi vida se convirtiese en un infierno bajo esta carpa cochambrosa?… Infinidad
de veces me he hecho esas mismas preguntas. Pero, adónde ir, si ni siquiera mi
propia vida me pertenece… Para colmo, siempre he sido un pusilánime, un triste
apocado, a pesar de mi fiera apariencia…
¡Ah, pero ayer
fue distinto! Ayer, la rabia se me hizo incontenible y acabó destrozando –¡al
fin!– el corsé de mansedumbre que siempre me ha tenido acogotado. Fue en plena
función vespertina: aburrido de tanto pasar por el aro, en el instante en que
el domador introdujo su cabeza entre mis fauces, junté las mandíbulas y juro
que apreté con ganas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario