Fernando Iwasaki
No era un fibroma, ni un tumor, ni un folículo
infectado, sino un mellizo marchito enquistado en su espalda como un inquilino
perpetuo y satisfecho. Quizás nunca debí decirle lo que era y dejar que pensara
que se trataba de un bulto de grasa cualquiera, pero aquel hombre me pareció
inteligente y no dudé en mostrarle aquella miniatura atrofiada de sí mismo. Algunos
pacientes no están preparados para saber lo que tienen y para contemplar sin
prejuicios el infinito paisaje de las patologías humanas. Como aquel hombre que
sostenía desconsolado a su gemelo nonato y que incluso le cortó el pelo y las
uñitas diminutas hasta encontrarle un pálido destello, un reflejo remoto, un
melancólico parecido. Soy un científico, ¿cómo podía saber si sentía o si
soñaba? Dos días después de la operación falleció por causas desconocidas. El
parásito le sobrevivió un día más.
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