Fernando Iwasaki
Los jardines del cementerio eran los más hermosos
del pueblo, siempre umbríos y floridos, sembrado de esculturas barrocas y
adornado de cipreses majestuosos y soñolientos. Contra la opinión de todo el
mundo, el alcalde lo convirtió en parque público y mandó construir un
crematorio municipal, según el plan urbanístico y sus ideas de progreso. Pero
entonces los jardines comenzaron a secarse y los vecinos protestamos al
ayuntamiento, porque el viejo cementerio se volvió un lugar poco recomendable
donde la mala vida crecía como la mala hierba. El alcalde organizó una
cuadrilla de jardineros que trabajó de sol a sol, mas el cementerio siguió
siendo un sitio peligroso porque algunos drogatas y travestones continuaron
desapareciendo entre sus árboles y mausoleos. Los cipreses languidecen y el
verdor de los jardines se extingue poco a poco. El alcalde no se entera y ahora
quiere remover la tierra para instalar sistemas de riego. Tendremos que
sacrificarlo igual que al anterior.
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