Julio Cortázar
A Lucas una vez lo operaron de apendicitis, y como el cirujano era un
roñoso se le infectó la herida y la cosa iba muy mal porque además de la
supuración en radiante tecnicolor Lucas se sentía más aplastado que pasa de
higo. En ese momento entran Dora y Celestino y le dicen nos vamos ahora mismo a
Londres, venite a pasar una semana, no puedo, gime Lucas, resulta que, bah, yo
te cambio las compresas, dice Dora, en el camino compramos agua oxigenada y
curitas, total que se toman el tren y el ferry y Lucas se siente morir
porque aunque la herida no le duele en absoluto, dado que apenas tiene tres centímetros
de ancho, lo mismo él se imagina lo que está pasando debajo del pantalón y el calzoncillo,
cuando al fin llegan al hotel y se mira, resulta que no hay ni más ni menos supuración
que en la clínica, y entonces Celestino dice ya ves, en cambio aquí vas a tener
la pintura de Turner, Laurence Olivier y los steak and kidney pies que
son la alegría de mi vida.
Al otro día después de haber caminado kilómetros Lucas
está perfectamente curado, Dora le pone todavía dos o tres curitas por puro
placer de tirarle de los pelos, y desde ese día Lucas considera que ha
descubierto la traumatoterapia que como se ve consiste en hacer exactamente lo
contrario de lo que mandan Esculapio, Hipócrates y el doctor Fleming.
En numerosas ocasiones Lucas que tiene buen corazón ha
puesto en práctica su método con sorprendentes resultados en la familia y
amistades. Por ejemplo, cuando su tía Angustias contrajo un resfrío de tamaño
natural y se pasaba días y noches estornudando desde una nariz cada vez más
parecida a la de un ornitorrinco, Lucas se disfrazó de Frankenstein y la esperó
detrás de una puerta con una sonrisa cadavérica. Después de proferir un
horripilante alarido la tía Angustias cayó desmayada sobre los almohadones que Lucas
había preparado precavidamente, y cuando los parientes la sacaron del soponcio
la tía estaba demasiado ocupada en contar lo sucedido como para acordarse de
estornudar, aparte de que durante varias horas ella y el resto de la familia
sólo pensaron en correr detrás de Lucas armados de palos y cadenas de
bicicleta. Cuando el doctor Feta hizo la paz y todos se juntaron a comentar los
acontecimientos y beberse una cerveza, Lucas hizo notar distraídamente que la
tía estaba perfectamente curada del resfrío, a lo cual, y con la falta de lógica
habitual en esos casos la tía le contestó que esa no era una razón para que su
sobrino se portara como un hijo de puta.
Cosas así desaniman a Lucas, pero de cuando en cuando se
aplica a sí mismo o ensaya en los demás su infalible sistema, y así cuando don
Crespo anuncia que está con hígado, diagnóstico siempre acompañado de una mano
sosteniéndose las entrañas y los ojos como la Santa Teresa del Bernini, Lucas
se las arregla para que su madre se mande el guiso de repollo con salchichas y
grasa de chancho que don Crespo ama casi más que las quinielas, y a la altura
del tercer plato ya se ve que el enfermo vuelve a interesarse por la vida y sus
alegres juegos, tras de lo cual Lucas lo invita a festejar con grapa
catamarqueña que asienta la grasa. Cuando la familia se aviva de estas cosas
hay conato de linchamiento, pero en el fondo empiezan a respetar la
traumatoterapia, que ellos llaman toterapia o traumatota, les da igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario