Miguel Ángel Ríos
–Cuelga
tú.
–No, cuelga tú.
–Cuelga tú, insisto.
–Creo que sería mejor si tú colgaras
primero.
Finalmente, uno de los dos se decidió y
colgó.
Luego el otro también colgó y así
siguieron colgando alternadamente hasta que entre los dos verdugos terminaron
con la fila de condenados a la horca.
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