Francesc Barberá
En
casa siempre hemos tenido una gran fascinación por la muerte. Es algo que nos
han inculcado desde pequeñas. Cuando alguien de nuestra familia se va al otro
barrio, lo celebramos por todo lo alto. Por eso, cuando mi padre anunció que le
quedaban tres semanas de vida, nos alegramos mucho. Inmediatamente, empezamos a
organizar la gran fiesta. Días después, cuando ya lo teníamos todo preparado,
nos llamaron del hospital para decirnos que se trataba de un error y que no se
iba a morir. Menos mal que, al enterarse de la noticia, a mi madre le dio un
infarto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario